Repulsivo Señor Bonzo: lamento, profundamente, que la crueldad del azar me haya conducido tragicamente a su perversa página.
Como dice, sabiamente, el libro del Tao"Cuando se reconoce la Belleza en el Mundo/ Se aprende lo que es la Fealdad..." y es esto lo que me motiva a escribirle. Finalmente, conozco la BELLEZA y todo gracias al asco que sus estudios me producen.
Anónimo: Por definición, el azar no puede ser cruel. Serán crueles los Dioses que lo rigen, en todo caso. Así que según dice usted, reconoció a lo que llama belleza gracias a la fealdad que aquí encuentra. No me agradezca, en absoluto. Mire bien, rasque un poco en la pintura de esa belleza que dice haber encontrado, quítele la ropa, y cuidadosamente haga una pequeña y mínima punción, o mejor un tajito insignifcante, y después hablamos. Después hablamos de lo que encontró debajo de su belleza, Anónimo. Suerte.
La obra -cualquier obra- nos cuestiona, nos relata, nos refleja en un lenguaje que es íntimo, intransmisible, una especie de sonido que rebota en nuestro interior dejando sedimentos, pequeñas huellas que podemos traducir como “sensaciones”, es decir: algo que tiene que ver con los sentidos, con nuestra manera de percibir el mundo. “Me gusta”, decimos, como si saborear un cuadro fuese posible, relacionando una muestra con una degustación de quesos. “Es frío, es cálido”. Insistimos en recurrir a la manera más brutal y efectiva de reconocer las cosas: con la boca, lamiendo, con la piel y los oídos, la única traducción posible parece estar en la fuerza sensual de la obra que nos acorrala -cuando lo logra-, y nos impresiona: una presión que deja una marca, huella que encontraremos al tiempo cuando, tranquilos, volvamos a intentar reconocernos frente al espejo y veamos que afortunadamente ya no nos vemos como antes porque hay un sedimento que no estaba, una manchita que no se quita, y descubrimos que hay nuevos ríos de los que ya no es posible beber. Porque en definitiva, si hay algo que podemos pedirle -reclamarle, agradecerle- a una obra de arte es que al intentar vernos en ella nos devuelva un reflejo en el que nos cueste reconocernos, en el que tal vez estamos agazapados y lamiendo, tocando, escuchando, mordiendo, saboreando esa misma obra, para luego (educadamente, con un vaso de vino en la mano y olor a jabón perfumado en la entrepierna) decir: “me gusta”, o “qué asco”.
Repulsivo Señor Bonzo: lamento, profundamente,
ResponderEliminarque la crueldad del azar me haya conducido tragicamente a su perversa página.
Como dice, sabiamente, el libro del Tao"Cuando se reconoce la Belleza en el Mundo/ Se aprende lo que es la Fealdad..." y es esto lo que me motiva a escribirle. Finalmente, conozco la BELLEZA y todo gracias al asco que sus estudios me producen.
Anónimo:
ResponderEliminarPor definición, el azar no puede ser cruel. Serán crueles los Dioses que lo rigen, en todo caso.
Así que según dice usted, reconoció a lo que llama belleza gracias a la fealdad que aquí encuentra. No me agradezca, en absoluto.
Mire bien, rasque un poco en la pintura de esa belleza que dice haber encontrado, quítele la ropa, y cuidadosamente haga una pequeña y mínima punción, o mejor un tajito insignifcante, y después hablamos. Después hablamos de lo que encontró debajo de su belleza, Anónimo.
Suerte.